miércoles, 14 de agosto de 2013

Mayo 2013


A veces me pregunto qué sentirá la gente que se resignó, la que se acostumbró a que el mundo sea lo que es, que terminó por creerse esa mentira de que nada puede cambiar, que nada mejora, que acabó pensando que tiene lo que merece, que se conformó con ser una sombra de todo lo que podría ser; se olvidó de soñar, de insistir, de gritar, de luchar por lo que le corresponde simplemente por haber nacido. Por ser.


¿Qué pasó? ¿Por qué dejaron de querer volar? ¿Será ese el destino inevitable de todos? ¿Vendrá de la mano de la madurez esa muerte lenta?


Me niego a creerlo. Me parece inadmisible.


No acepto que tanta gente viva esa pequeña y chata existencia, eterna nada, puntos suspensivos, miedo a despegar. Esa no vida de resignación. Y no perdono que maten, día tras día, a su niño interior, en lugar de darle cuerda y crayones.


Somos seres dotados de la capacidad para hacer todo lo que queramos de nuestra vida. Somos libres.

No digo que sea fácil, al contrario: lograr saber quiénes somos y qué queremos, es un trabajo de toda una vida. Y para averiguarlo hay que atreverse, animarse.

¿A qué?


A sentir, con toda la intensidad que podamos. Ya sea la alegría más extasiante, el amor más profundo, o el dolor más hondo. Permitirnos odiar, también es parte del aprendizaje, y aprender a perdonar. Aceptar. Entender que todos somos absolutamente diferentes y que no hay una verdad absoluta, al menos mientras estemos dentro de nuestra piel. Que cada uno tiene la relatividad de su mundo, sus subjetividades, sus comas, sus vacíos, sus palabras arañando la garganta, sus miedos y su modo particular de afrontarlos, sus barreras, sus puentes, sus dudas, sus clicks y sus espacios. Básicamente sus formas, no hay recetas: es la vida.


Entonces, vivamos con la tranquilidad de que hacemos lo mejor que podemos, que damos todo lo que está a nuestro alcance, sin exigir nada a los demás, sin juzgar, sin entrar en el juego de las culpas y las miradas ajenas.


La vida nos devuelve lo que damos. Ya sea con un buen vino, o un amor intenso. Lo que llega a nosotros es lo que necesitamos.



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