martes, 19 de noviembre de 2013

No tiene que tener sentido
si es un grito del alma.
Pocos comprenden
que lo que no se libera, rompe
desde el abismo.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Tengo a flor de piel cada instante que compartimos. Cada palabra, cada roce, cada risa.
Si quiero, siento tu calor. O tus besos. 
Y si por un rato no te pienso, aparecés igual. 
Amo cómo el detalle más ínfimo, un simple gesto o el sabor de un chocolate compartido, es capaz de hacerse consciente de repente, y darme vuelta hasta el domingo más opaco. 
Es un mundo de imágenes y sensaciones, que me asalta en cualquier momento. Cuando mi atención está fija en algo, se manifiesta: el acá y ahora se funden con la distancia, tejiendo un puente, un pasadizo hacia nosotros, y yo me descubro temblándote. 
No sabría identificar los detonantes. Creo que, simplemente, todo me lleva a vos.
El fin de un abismo. 
Siempre creí que sabía algo del amor; pero entonces te conocí.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Lo miraba mientras dormía. Como casi siempre. Era la única parte que le gustaba de tener el sueño extremadamente ligero: verlo respirar profundamente, tranquilo, mirarlo despertar; qué bello paisaje. La penumbra alargaba sus rasgos y lo envolvía una extraña atemporalidad.
Esta mañana era diferente. Hacía más de una hora que estaba despierta, tratando de memorizar cada detalle: el movimiento lento de su pecho, la tibieza de su piel envolviéndola, su perfume. . . no pudo evitar la lágrima que le rodó por el rostro. Supo que no conseguiría soportarlo mas, necesitaba activar, sacudirse la pena. 
Lentamente se levantó tratando de no moverlo, prácticamente escurriéndose de su abrazo, y lo tapó bien aunque no hiciera frío. Se vistió a medias con su camisa a cuadros, quería impregnarse de él, y se sentó al lado de la ventana, apoyándose contra el marco y asomándose al mundo. Era la hora del alba. En un rato iba a amanecer y el resto del día se iba a suceder rápida e irrefrenablemente; sabía que iba a ser casi una simple espectadora de lo que le esperaba hoy, y que su corazón iba a quedarse con él para siempre. Qué difíciles son las despedidas, cuando quisiera acordar... Pero no, basta. Ahora estaba ahí. Tenía que disfrutar los últimos minutos de calma, de cercanía, estirarlos tanto como pudiera. Lo miró otra vez. Sus movimientos espásticos y casi imperceptibles le dijeron que estaba a punto de despertar. No pudo evitar la sonrisa que inundó su cara, ni el desgarro que le quemaba por dentro. Juntó todas sus fuerzas para permanecer entera.  
Prendió un cigarro, mientras su mirada volvía a atravesar la ventana. El Sol estaba a punto de salir. Le gustaba ver cómo, segundo a segundo, se iba asomando la gran esfera luminosa hasta copar el cielo.  Siempre le pareció que era el momento del día en el que se podía apreciar que el mundo entero estaba en movimiento, a pesar de la modorra de la hora. Le recordaba que somos un segundo, un grano de arena… 
No supo cuánto tiempo pasó así, colgada en pensamientos melancólicos. Súbitamente un ruido apagado la hizo volver la vista hacia él. Se sorprendió al verlo sentado en la cama, apoyando los brazos y la cabeza sobre las rodillas, mirándola con media sonrisa y cara de dormido. La podía esa expresión, tanto como nunca nada la había podido, ni la iba a poder. Dio una última pitada y, tras apagar el pucho, se acercó a la cama y apoyó una rodilla mientras le acariciaba la cara. Cómo iba a extrañar el roce áspero de sus besos algunas madrugadas! Se dio cuenta que ya no era capaz de disimular. Temblaba. Él, sin decir nada, le agarró las manos y la atrajo a su lado, haciendo que se meta bajo las sábanas y transportándola con un abrazo fuerte hasta donde las palabras no llegaban. 
El día podía esperar otro rato. 

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Te leo
a medida que me dejás, suavemente
acariciando rincones que nadie antes presintió, queriéndolos
consciente de la oportunidad que me das de poder descubrirte
de jugar al detective 
de ser niños juntos
de rozar tu libertad. 

Te leo con la sensación constante del primer encuentro con el poema favorito,
en la agitación de tu pecho al ritmo del mío 
en la cantidad de azúcar que le pones a los mates
en la risa 
en esos gestos que tanto amo
en las ideas
en los besos.

Te leo 
en lo que decís y en lo que te desborda 
en la forma de sostener la mirada
en tus confusiones cotidianas 
en las canciones que amás
en tus tesoros
en tus búsquedas.

Te leo
y al mismo tiempo
te cedo mis páginas, mi vida
para que grabes tu nombre en cada milímetro, 
en cada segundo
y para que al verme desnuda
percibas la intensidad de lo que no sé decir.

Te leo y sonrío:
qué linda historia desplegás! 
Ninguna otra cosa 
podría darme tanto placer
tanta alegría
como conocer los mundos que habitan bajo la piel
de quien más amo.

lunes, 26 de agosto de 2013

La palabra es una de las herramientas mas lindas y poderosas con la que contamos.
Es fuerte,
tanto que sobre su espalda podrían sostenerse firmemente 
todos los puentes del mundo.
Es capaz de tejer lazos que le ganen a la distancia, al tiempo y a cualquier diferencia;
pero muchos, los que no la aman, la utilizan como arma
como barrera, cárcel o brecha.
Dice demasiado,
no sólo lo que está a la vista, al mas básico entendimiento.
Lo que mas pesa, es todo el mundo que viene tras ella:
la elección exacta de los componentes de una frase, entre tantas otras opciones
el tono, la mirada, el lenguaje del cuerpo
las variaciones del trazo del lápiz sobre el papel,
la demora al contestar en un chat o un mensaje…  
La intención que se asoma tras lo que decimos, 
prueba contundente de que el mundo es un espejo. 
También la importancia que le damos, 
en qué parte del discurso se acentúan el énfasis y la indiferencia.
La mas peligrosa, sin embargo, es la palabra que no pronunciamos:
la que nos quedó atravesada en la garganta
la que llega a destiempo y silenciamos
la que siempre dimos por sentada y para la que súbitamente es tarde
o el grito que no damos por quien no tiene voz.

Todo eso forma otro discurso entrelineas mientras hablamos, aunque no lo notemos,
que lejos de significar lo que estamos diciendo,
nos muestra en carne viva.

domingo, 18 de agosto de 2013

Pasó un tiempo. Los años alivian las penas, les enjuagan la agonía y las vuelven soportables. Ya no lloro al escribirte, pero te extraño como el primer día, el pedazo mío que se fue con vos es irremplazable. Rincón en ruinas. Pero ruinas bellas, llenas de todo lo que dejaste... repletas de tu forma de amar, tu aroma, tu interés, tu incondicionalidad. La muerte llega como un estallido destructor, dejándonos estupefactos, viendo cómo todo se disuelve. Mirando paralizados cómo el vacío nos congela el pecho, nos desmantela… no hay anestesia que calme. Pero supe reaccionar, me hicieron reaccionar mejor dicho: las palabras justas llegando al abismo; y empecé a detener el tiempo y vallar esas ruinas, ese pedazo mío donde está impresa tu esencia, para que permanezca intacto. Intuí entonces, que era la forma de mantenerte viva y agradecerte. Por tanto.
Amar es la forma mas hermosa de trascender, porque nuestra huella queda en los que quisimos y de alguna manera los abriga y los transforma. Esperamos que para bien. Después del primer momento de incredulidad y pena, la muerte nos acerca al eje de lo realmente importante. Hay que saber tener presente siempre ese despertar que, aunque trágico, nos acerca a la vida, nos hace bajar las defensas por un rato. Sería lindo que podamos internalizar y volver permanentes estos aprendizajes, sobretodo los que se dan en los momentos mas duros, en lugar de evadirnos a la rutina un tiempo después. No quiero olvidarlo, quizás por eso te escribo cada tanto. Y porque quedaron tantas palabras pendientes que, aunque las supieras, me hubiera gustado decir en voz alta. Tarde. Pero todo el amor que siento, que ya no cabe en mi, tiene que ir a algún lado, ojalá te alcance. Donde sea que te encuentres. 
Hasta la próxima vez que nos crucemos. Prometo cebarte unos buenos mates.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Mayo 2013


A veces me pregunto qué sentirá la gente que se resignó, la que se acostumbró a que el mundo sea lo que es, que terminó por creerse esa mentira de que nada puede cambiar, que nada mejora, que acabó pensando que tiene lo que merece, que se conformó con ser una sombra de todo lo que podría ser; se olvidó de soñar, de insistir, de gritar, de luchar por lo que le corresponde simplemente por haber nacido. Por ser.


¿Qué pasó? ¿Por qué dejaron de querer volar? ¿Será ese el destino inevitable de todos? ¿Vendrá de la mano de la madurez esa muerte lenta?


Me niego a creerlo. Me parece inadmisible.


No acepto que tanta gente viva esa pequeña y chata existencia, eterna nada, puntos suspensivos, miedo a despegar. Esa no vida de resignación. Y no perdono que maten, día tras día, a su niño interior, en lugar de darle cuerda y crayones.


Somos seres dotados de la capacidad para hacer todo lo que queramos de nuestra vida. Somos libres.

No digo que sea fácil, al contrario: lograr saber quiénes somos y qué queremos, es un trabajo de toda una vida. Y para averiguarlo hay que atreverse, animarse.

¿A qué?


A sentir, con toda la intensidad que podamos. Ya sea la alegría más extasiante, el amor más profundo, o el dolor más hondo. Permitirnos odiar, también es parte del aprendizaje, y aprender a perdonar. Aceptar. Entender que todos somos absolutamente diferentes y que no hay una verdad absoluta, al menos mientras estemos dentro de nuestra piel. Que cada uno tiene la relatividad de su mundo, sus subjetividades, sus comas, sus vacíos, sus palabras arañando la garganta, sus miedos y su modo particular de afrontarlos, sus barreras, sus puentes, sus dudas, sus clicks y sus espacios. Básicamente sus formas, no hay recetas: es la vida.


Entonces, vivamos con la tranquilidad de que hacemos lo mejor que podemos, que damos todo lo que está a nuestro alcance, sin exigir nada a los demás, sin juzgar, sin entrar en el juego de las culpas y las miradas ajenas.


La vida nos devuelve lo que damos. Ya sea con un buen vino, o un amor intenso. Lo que llega a nosotros es lo que necesitamos.



lunes, 29 de julio de 2013

Mar


Pocas cosas en el mundo me hacen ahondar tan profundamente en mí, quizás al punto de intuir el contorno de mi energía vital o acercarme a quien fui vidas atrás, como estar frente al ejemplo mas lindo de nostalgia y eternidad. Hablo, claro, del Mar. A veces me pregunto si no estará hecho de tiempo. 
Tempestad, desvelo, sed de existir en su regazo. ¿Qué es lo que me conecta tanto con su esencia? Hay un grito ahogado que une nuestros centros. Tal vez la mayor parte de mi materia venga de rocas, barcos y vidas que fue desgastando; inquietante devenir, círculo infinito, película muda, amores que no fueron, melancolía.
Es una especie de añoranza que me sacude y me arrastra. Me hipnotiza. Sensaciones encontradas, torbellino de sentires.

-Mar.. ¿Qué me querés decir con tu murmullo constante? Con tus olas, empeñándose en borrar las huellas de la orilla. Con tus formas. Con tu fiereza y tu calma, hechizante dualidad. Con tu profundidad. Con tu lucha contra los años, tus trofeos a la constancia, tus ojos azules, verdes, grises, espuma, sal. Con ese presagio que me atravesó el pecho, la primera vez que te vi amanecer. Con la certeza asfixiante que transmitís, de que me falta algo fundamental. ¿De qué lado está esta bruma que no me deja ver más allá? ¿Te miro realmente, o es que sos un espejo? No alcanzo a entender ni a decir todo lo que sos. Guardián y símbolo. Turbulencia. Fluidez. ¿Te dolerá esa inmensidad tan permanente, pero a la vez tan chica? No calles, pero no devores. Yo intento descifrarte, Mar.  

Recordando, no puedo describir un sólo día de todos los que he pasado alucinada con él, porque las imágenes se superponen y se volatilizan. 
Sí puedo decir que tal día, cuando jugamos al tejo en la playa, estaba con tal grupo; y que la vez que viajé a la costa con aquellos otros amigos, terminamos comiendo churros abajo de la lluvia; o la noche de las guitarras, memorable, fue el verano que fuimos al camping que quedaba lejos de todo. Así sí puedo aislar los recuerdos. Pero en cuanto pierdo la vista en el mar, ya no. A partir de ese instante, y a través de corrientes de pensamientos parecidas, siempre acabo en el mismo lugar: mirando hacia adentro mío. Sin embargo no solo me miro a mí. Suelo transportarme más allá de lo que soy, de lo que vivo y siento, de lo que me sucede. Me abstraigo, o me elevo. Entiendo un poco mas del mundo. Me disuelvo en reflexiones que de vez en cuando transmutan en alguna certeza o entendimiento. Placer, tristeza, agonía, libertad. El mar es un laberinto que me acerca a lo simple. Es mi despertar y mi sombra. Me pierdo, para siempre encontrar algo: una idea, una nueva faceta, un camino, una verdad a la que me resisto, un recuerdo, una melodía, un final, un verso… innumerables cosas. Y todo eso me va devolviendo, de a poco, a mí. 
Todavía no empiezo a describir el efecto que me genera evocarlo; ni hablar, entonces,
cuando lo contemplo. El lenguaje, que a veces se atreve a desnudarnos, no sabe resistir el
caudal de algunas sensaciones. 
Quizás, entonces, el mar sea mi meditación. El catalizador que me acerca a lo que debo ser, o a la totalidad que aguarda al final de esta experiencia, de esta existencia. 


jueves, 11 de julio de 2013

En el fondo, todas las historias son de amor. Es el motor del mundo. Todo se reduce a él. No lo digo sólo a nivel pareja, puede ser de cualquier clase: amor a un hermano, al arte, a la adrenalina, a algún Dios, a la plata, a un ideal, a viajar, a las nuevas experiencias.
Todo depende de dónde sitúe cada uno sus afectos.

viernes, 28 de junio de 2013

Junio 2013


- Vos… ¿te irías conmigo hasta el fin del mundo?- dijo, de repente.
- ¿Qué? ¿Escaparnos decís?- respondí, desprevenida.
- Sí. ¿Me seguirías si decido irme?
- ¿A dónde te querés ir? ¿Y por qué?
- Eso no importa, contestame. Si te digo que nos vayamos ahora mismo, ¿me acompañarías?- insistió.
- ¿Para qué me preguntás esto? – dije bruscamente, con el tono de quien no termina de confiar en la pregunta.
- Es que… – resopló resignado- quiero saber de qué forma me querés, o qué clase de amor tenemos, no sé. Respondeme.
- Eso no es justo. No podés medir el amor con esa pregunta.
- ¿Tanto te cuesta? Es simple en el fondo - dijo casi para él mismo.

Suspiré mientras pensaba, sólo se escuchaban unos autos lejanos y el trinar de algún pájaro rezagado en busca del nido, mientras el sol se escurría por el horizonte. El aire se había vuelto pesado, cortante, como si supiera que no iba a poder soportar la respuesta que estaba a punto de darle.  

- No, no creo…- murmuré tras un rato.
- . . . – bajó la vista, asimilando mudamente mis palabras.
- No me escaparía con vos, pero eso no quiere decir que no te quiera - agregué.
- Ya sé que me querés, que me amás, pero no es la clase de amor que te rompe los esquemas, que te aparta del mundo - su voz tenía un dejo de angustia que nunca había notado.
- Vos tampoco sentís todo eso por mi, los dos tuvimos claro desde el principio cómo era esto - dije, buscando su mirada.
- Supongo – esbozó una sonrisa triste - pero.. ¿no merecemos vivir un amor así de profundo e intenso?
-¿Será que existe esa clase de amor? Y también…¿Durará si existe?-  le contesté desde un escepticismo que me servía de escudo.
- Me gusta creer que sí- su tono soñador quedó resonando en mi cabeza, mientras un silencio incómodo nos envolvía.
- ¿Estás bien? No pensé que te importara tanto esto.- dije, tratando de sacarlo de su ensimismamiento.
- Si… – respiró profundo y su expresión se normalizó- estoy bien. Hoy ando raro, no me des bola.

Lo tomé de las manos, me acerqué despacio y lo abracé. No hablamos mas del asunto, pero me di cuenta que en ese momento algo se quebraba entre nosotros. Casi pude escuchar el desgarro implacable, concluyente.
Nos despedimos después de un rato, como cualquier otro día, simulando que nada había pasado, que no se había abierto un abismo entre nosotros.
De hecho seguimos viéndonos durante algún tiempo, aunque la distancia extraña que se impuso ese día, de a poco fue tomando forma y separó nuestros caminos.

No recuerdo cuándo fue la última vez que lo vi, ni de qué hablamos o cómo fue esa despedida. No sé si era de día, si había música de fondo o si tomamos algo. Ni siquiera podría decir en qué estación estábamos o en qué lugar habíamos quedado para vernos.
Así de terrible fue el final: no existió, lo pasamos por alto. Ni una lágrima. Ni un dolorcito en el pecho. Nada. Simplemente sucedió que lo que alguna vez fuimos, se disolvió paulatinamente, hasta que dejamos de pensar en algún “nosotros” posible.

Unos  años más tarde él se fue por el mundo. Quién sabe hasta dónde lo lleve su instinto, su sed  desbocada por vivirlo todo.
De vez en cuando hablamos a través de los kilómetros,  como viejos amigos que extrañan saber uno del otro. Es una alegría que a veces deja un leve resabio amargo en el corazón, porque nos recuerda vagamente lo que fuimos. Sin embargo es lindo ver cómo el tiempo nos cambió, o nos ayudó a moldearnos como quisimos, y a la vez notar que en esencia somos los mismos de siempre, aunque con menos muros y ataduras. Reconocemos lo más profundo de las razones y motivaciones del otro en el rumbo que fuimos tomando, en los intentos, y eso salva las diferencias. Lejos y cerca son tan relativos… es irónico que hoy, de alguna manera, estemos mas próximos en muchos aspectos que cuando estábamos juntos.

Si evoco aquel día, pienso que con esa pregunta no sólo quiso comprender nuestro vínculo, sino que tanteó mis alas sin saberlo. Lo entendí mucho tiempo después, cuando emprendí mi propia búsqueda.
También creo que quizás su búsqueda, que en ese momento planteó como un escape, era mas profunda de lo que imaginé entonces. Tal vez se sentía lejos de él mismo, aunque no sabía expresarlo, prisionero de un sistema que lo miraba con malos ojos por atreverse a pensar distinto, por animarse a romper el molde.
Me constan sus ansias de libertad.
Pero además de necesitar encontrarse y responder ciertas preguntas, quería volar de a dos. Y esto último era una traba que no lo dejaba despegar, el miedo es una fuente inagotable de excusas si no se lo identifica. Por suerte no buscaba cualquier compañía, nunca fue de los que se conforman; buscaba ese amor que te vuela la cabeza, que te hace sentir, según él, que todo cobra sentido.
Yo pienso que más que encontrar a la persona justa que le provoque los sentires pulidos y elevados que el cree, ese amor lo va a agarrar desprevenido, en el momento y lugar menos oportuno y de la forma más inesperada, como debe ser. Al destino le gusta el melodrama. Sólo espero que se dé cuenta y sea valiente.
Retomando la idea, entre mil dudas, él pudo deshacerse de las cadenas cuando entendió, por un giro inesperado de la vida que no viene a cuento, que hay que parar de postergar, dejar fluir la vida y animarse a ser.
Fue entonces, me dijo, que comenzó su viaje.  

Todos tenemos un momento de quiebre en la vida, una bisagra. Sea por la razón que sea, y de la forma en que se dé. Entonces surge la necesidad imperiosa de acercarnos a nosotros mismos, de abrir los ojos. Y es casi nuestra obligación utilizarla de puente, hacia lo que tenemos que ser, hacia la versión nuestra que nos merecemos, que nos debemos. 

No me gusta hablar de cosas definitivas porque el camino da muchas vueltas, pero aunque no lo vea de nuevo, él va a estar siempre en mi cabeza y en mi corazón como una de las personas que me ayudaron a despertar.  
Escribir esto es mi forma de agradecerle.



Disfrutemos el viaje. Quizás nos crucemos en pleno vuelo alguna vez.


miércoles, 26 de junio de 2013

6/6/13


…y me besaste. Fue como deslizarse por un tobogán con forma de espiral. Puro vértigo. Con los ojos cerrados, me perdí. El mundo entero desapareció. Nada importaba. Hasta la gravedad dejó funcionar, pero de alguna manera caíamos. Nos fundimos con una sensación que nos estaba esperando. Si hubiera sabido que todo este mundo aguardaba en tus labios, en tu piel, no habría tenido miedo…
Y yo sólo era consciente de vos. De tu boca, tus brazos envolviéndome en un abrazo de otra dimensión, tu respiración agitándose al compás de la mía, tu espalda tibia, tus ojos luminosos, tu perfume… Aferrados, nos asomamos al borde de una corriente urgente que desconocíamos, y nos dejamos llevar. Y en ese suave naufragar, casi etéreo, creo que de alguna forma nos salvamos.    

viernes, 7 de junio de 2013

miércoles, 1 de mayo de 2013

Que te rías
que me abraces
que la tranquilidad de tu voz acaricie mi nombre
que me esperes, o que sigas
pero que estemos cerca
que nunca se filtre el dolor entre nosotros
que la distancia no haga estragos
que percibas cómo tiemblo
que los inviernos no nos calen hasta los huesos de soledades
ni se nos inunde el alma de amores fallidos
que llegue el momento
que tu piel recuerde la mía
que podamos salvarnos, aunque sea de nosotros mismos
que nos burlemos del desencuentro
que el tiempo no se llene de espinas
que me mires y entiendas
que sigamos en sintonía
que tu brillo sea eterno
que tu boca me quiera
que no nos olvidemos
que algún domingo se harte de vernos soñar entrelazados
que esa canción no deje de traerte a mí
que la intensidad nos deje ilesos
que siempre estemos de humor para otro juego
y que intuyas, entre líneas, las palabras que omito.

viernes, 12 de abril de 2013

Hoy el día asomó
mostrando los dientes
a una ciudad
que apenas lo nota.
Y grita
llueve
se desmorona
hierve 
tiembla
al ver el desfile 
de tanta apariencia truncada
brillantina
promesas rotas.
Sólo lo sienten esas almas
que noche tras noche
alimentan su sombra
con cada pequeña muerte,
vibrante libertad
de saber renacer sobre lo que uno fue,
quizás engañado
seducido
por musas agónicas, finitas 
esperando...¿qué?
Únicamente ellos
notan la furia, que se aproxima,
sobre sus hombros
y entre copa y copa
libros, borradores y cigarros,
sangran las horas infinitas
que anteceden al sol.

jueves, 28 de febrero de 2013

Quizás lo que percibo
sea alguna clase de lazo inmesurable
que nos une
a través de los tiempos y los lugares
que nos han ido tocando
surcando la eternidad.
¿Por qué sino
son las chispas y la intensidad
al  encontrarnos?
Tengo la teoría de que nuestro amor
comenzó muchas vidas atrás
y al reencontrarnos en esta
nos desborda el sentir
. . . y  presentimos
que no somos dos extraños.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Te extraño.

Sin vueltas
sin reserva
sin excusas
sin “peros”
sin defensa
sin juegos
sin dudas
sin egos.

Sin impostura
sin amagues
sin engaños
sin pretextos
sin escrúpulos
sin respiro
sin ropa
sin encadenamientos.

Sin medida
sin sistema
sin fantasmas
sin planteos
sin condiciones
sin títulos
sin mensajes confusos
sin discursos ajenos.

Sin proyecciones
sin acertijos
sin demandas
sin miedo
sin prejuicios
sin maquillaje
sin pruebas
sin consentimiento.

Te extraño,
sin límites
ni tiempos.

martes, 5 de febrero de 2013

Enero 2011


Sube el humo, incorpóreo
contorsionándose y llegando lejos
como los hilos de este pensamiento caprichoso
que siempre termina en vos,
inventando cualquier puente,
chamuyando que la distancia y los años no son tan espesos
..quién pudiera hacer dormir afuera al orgullo con 33 de mano 
y las cosas un poco mas claras.
Pero me dio vuelta el partido
y aprendí demasiado tarde a quererte.
Solías llenar un vacío 
que nunca me atreví a cambiar de nombre por si volvías,
como la pieza de un rompecabezas 
solo a vos te corresponde
y aunque no vuelvas, acá va a estar
..como otros tienen las fotos para recordar
yo tengo este hueco en el pecho.
Volviendo al humo, si llego al techo
a veces me encuentro pensando que hay algo que nos debemos
y cuando bajo no me despego
de la imagen que tenía de nosotros
sé que hasta en el recuerdo me equivoco
solo quería tenerte cerca hoy
de lo demás ya me olvidé.